Por José Martín
Coatzintla, Ver.- Bajo los rayos del sol, el abuelo Juan serpenteaba sobre unos palos secos para acomodar algunas láminas que rescató de entre los escombros, retorcidas y agujeradas, para reconstruir el techo de su casa que fue
arrancado por el huracán ´Grace´; abajo, su esposa Flora se preparaba para lavar los trastes que desenterró
del lodo para luego continuar con la limpieza y el reacomodo de sus pertenencias, tras sobrevivir a una
tormenta al que describieron como «un aire que jamás habían vivido».
En la cima de uno de los cerros de la comunidad El Palmar de Zapata, en Coatzintla, se localiza la vivienda
de Flora García Jiménez y Juan Morales Cerón, de 82 y 77 años de edad respectivamente.
La madrugada del 21 de agosto el matrimonio vivió uno de sus peores momentos, al ser azotados por las
rachas de viento que trajo ´Grace´. Ellos, como decenas de familias de la zona norte de Veracruz, vieron
cómo la naturaleza arrancó el techo de sus hogares, destruyó la instalación eléctrica, derribó árboles y
devastó sus maizales.
A siete días del desastre, Juan subió en unas escaleras de madera para acomodar unas láminas en el techo
y proteger del sol o la lluvia a su esposa cuando cocine sus alimentos en el fogón, y en una de las esquinas de
su casa para poder dormir por las noches.
Al escuchar los ladridos de los perros que alertaban la llegada de extraños al domicilio, el abuelo bajó
rápidamente, se acomodó sus chanclas color azul para recibir a las visitas y calmar a sus mascotas, que se
resistían a dejar de ladrar desde el verde patio, que contrasta con la vivienda destechada, cercada con tarros, maderas y palos.
Enseguida, Juan invitó a pasar a su casa mientras le hablaba en totonaco a su esposa Flora para explicarle
que habían llegado visitas, después de que han permanecido incomunicados durante casi una semana, sin
agua y sin suficientes alimentos para sobrevivir.
Sonrientes, de pie, comenzaron a contar la pesadilla que vivieron tras el impacto de ´Grace´. La abuela Flora,
vestida con su ropa totonaca, narró que en sus 82 años jamás había visto una tormenta así, devastadora,
aunque confesó que sólo por televisión veía cómo quedaban las cosas de las familias al sufrir de un huracán.
Recordó que cuando comenzaron a volar sus láminas ni tiempo dio para guardar su ropa. Intentó refugiarse
pero no encontró un lugar seguro dentro de su casa. Su esposo le pidió que se metiera debajo de la cama
para protegerse con un colchón viejo, pero por el dolor de columna que padece, no pudo agacharse.
«Él (Juan) me dijo ´escóndete, métete abajo de la cama´, pero como me duele (toca su columna) no pude. Mejor allí me senté, nomás mi cabeza escondí», relató Flora, mientras su esposo recordaba que ni cuenta se
dio cuando se destapó toda su casa y ambos terminaron empapados por la lluvia.
El abuelo también confesó que nunca había visto un huracán que volara los techos y que tumbara los árboles
desde la raíz o reventara los cables de la electricidad, sólo sabía que, en años pasados, el frio dañó los
cultivos o las lluvias inundaban lugares.
La noche del viernes 20 y durante la madrugada del sábado 21 de agosto, la lluvia les mojó una lavadora,
refrigerador, colchón, ropa y una licuadora. El viento también les dañó sus instalaciones eléctricas. No tienen
acceso al agua potable y la comida cada vez es más difícil de obtener.
A unos metros se localiza el domicilio de su hijo, quien también resultó afectado. Pero él desde la mañana se
dirigió a su rancho para ver qué pueden rescatar de sus cultivos porque aseguraron que, hasta este día,
ninguna autoridad los ha ido a visitar para saber en qué condiciones están o qué necesitan para sobrevivir.
Juan y Flora son adultos mayores, radican en la comunidad El Palmar de Zapata. Dependen,
económicamente de la venta de sus cosechas de maíz o las hojas de las mazorcas (totomoxtle).